La felicidad no es un lugar específico, y no hay ningún camino mágico para encontrarla.
Debe ser un propósito de vida. Es una combinación de aspectos emocionales, intelectuales y espirituales que
viene desde el interior nuestro. Esto significa que nosotros
creamos, en gran parte, las condiciones para nuestra propia felicidad. El camino a la felicidad
está dentro de nosotros. Se fundamenta en cómo vemos nuestras propias vidas. La forma en que pensamos afecta nuestros sentimientos; debemos ser honestos al respecto. Cuando nos acercamos a las cosas con una actitud positiva, por lo general, nos sentimos mejor. Como la mayoría de los estados del ser humano, no nos sentimos de esta forma todo el tiempo. A veces la sentimos, a veces no. Todos tenemos altibajos. Esto significa que no existe la felicidad para siempre, a no ser que tengamos una vida de ejercicio espiritual permanente.
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